Intimidad, temida y deseada

A solas contigo

Abrirse o no abrirse a los demás,

eterno dilema…

La intimidad es el espacio sagrado donde las personas pueden conocerse en profundidad, cuidarse, regenerarse y crecer tanto a solas como en compañía.

La intimidad a solas contigo es el terreno  perfecto para volver a tu centro de silencio y quietud cuando tus reservas energéticas están agotadas o te sientes emocionalmente desbordado por lo que ocurre en el exterior.

En la intimidad uno puede conocerse en profundidad porque en la intimidad no puedes esconderte de ti mismo, será por eso que muchas personas la evitan de forma constante.

Hay mucho temor a todas las emociones ignoradas que pueden aflorar cuando nos permitimos estar a solas con nuestra piel.

intimidad
La intimidad es fuente de creatividad, vida y abundancia

Compartir la intimidad

La intimidad compartida es el manantial sanador donde acudir cuando necesitamos un abrazo amigo o comprensión.

En las relaciones, la intimidad te permite conocer de verdad a otras personas porque en ella no hay cabida para las dobleces, las mascaras y lo superficial.

Cuando la intimidad se genera entre dos personas se crea un vinculo invisible basado en la verdad (en la verdadera exposición sin caretas) y unos códigos que solo esas dos personas entienden. Una relación basada en la intimidad se vuelve indestructible porque está por encima de cualquier juicio de valor y conflicto, tiene unos cimientos tan sólidos que difícilmente podrá romperse, se podrá tambalear pero difícilmente romperse.

La intimidad en su grado más elevado se dá cuando a través de los gestos, la miradas y la presencia se ha dicho todo, no hay necesidad de expresarlo todo con palabras.

El silencio es cómplice de la intimidad.

En la intimidad uno simplemente es quien es, con sus miserias y con sus tesoros y es ahí donde reside el enorme potencial de la intimidad:

uno solo puede crecer si consigue mantener una relación intima con uno mismo (y esto significa serte fiel) y con los demás.

Sin la intimidad las relaciones reales y verdaderas no pueden darse, esta es la condición necesaria.

Si te relaciones desde la superficie y evitas las relaciones desde una verdadera intimidad te sentirás el más  pobre del mundo aunque tengas abundancia en cualquier otro aspecto de tu vida, te costará compartir y compartir-te porque sin intimidad te vuelves avaro, no tienes nada para compartir, no puedes expresar al exterior tu rico mundo interno, entonces te quedarás seco, arrugado por dentro e inmovilizado por fuera.

Tu mundo interno es como un manantial de agua fresca y abundante, si ese agua deja de fluir (y el fluir son las relaciones) te estancas y en el peor de los casos puedes convertirte en hielo.

Intimidad, tan temida como deseada

Ocurre que la intimidad genera muchas emociones contrapuestas,

por un lado se desea, se anhela con vehemencia porque sin intimidad uno se siente frío como el mármol pero por otro surge el miedo al dolor, al rechazo, a la traición o a sentirse invadido, en definitiva surge el miedo a no ser aceptado por lo que realmente eres y no por lo que aparentas ser.

La intimidad genera tanto miedo que a muchas personas les cuesta gestionarla, bien porque se cierran demasiado o porque por el contrario están siempre demasiado abiertos y por lo tanto muy expuestos.

Para gestionar mejor la forma en que nos abrimos o cerramos al mundo es importante que tengas en cuenta cuatro aspectos.

4 Claves para ptoteger tu intimidad

1. En el punto intermedio está la virtud

Abrirse demasiado a las personas sin que se haya establecido previamente la suficiente confianza te hace demasiado permeable al entorno, si das mucha información sin que te la hayan pedido o nada más conocer a alguien, estás entregando con mucha ligereza tus sueños, tu energía y en definitiva todo tu ser y al final con esta actitud plantas semillas para que un futuro no muy lejano te acaben haciendo daño de forma más o menos intencionada.

Abrirse requiere que antes se hayan establecido lazos de confianza para saber que puedes confiar en esa persona.

2. La intimidad es una cuestión de grados

Habrá personas (por lo general suelen ser pocas) con las que tendrás mucha intimidad, que serán tus confidentes, tus amigos del alma, tus compañeros de viaje; pueden ser una,  dos, tres o a veces más personas con las que mantienes una relación más especial y estrecha. Ojo!!! Eso no significa que tengas que contarles absolutamente todo.

Es iluso y muy arriesgado querer tener este tipo de relaciones tan íntimas con todo el mundo. Siempre habrá personas con las que tengas que preservar tu intimidad, eso no significa que seas opaco, mentiroso o te traiciones a ti mismo, significa que hay cosas que no contarás porque te puedes sentir demasiado expuesto o vulnerable. En estos casos no contar según que cosas no es ser egoísta, es ser inteligente.

Muchas personas se han abierto ciegamente a las personas y a las relaciones y lógicamente han sufrido muchas decepciones, esto hace que con el paso del tiempo puedan  caer en el extremo opuesto, cerrándose herméticamente a las relaciones temiendo ser descubiertas en su fragilidad y con miedo de volver a ser traicionadas.

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La frialdad en las relaciones te puede volver frío y amargo

Esta postura de distancia emocional es igual de extrema y dolorosa que la anterior porque te vuelve rígido, frió y corres el riesgo de perder  la fluidez, la inocencia y la espontaneidad a la hora de relacionarte.

Como en casi todo, en el punto intermedio está la clave.

3. Cuidado con los cotillas

Existe un perfil de personas con las que tendrás que tener una especial atención a la hora de preservar tu valiosa intimidad. Los cotillas son personas ávidas de información dispuestas a saltarse todos los límites y barreras saludables en las relaciones.

Por lo general estas personas suelen ser poco confiables en el sentido de que son muy chismosas.

Si sabes que una persona es es especialmente chismosa no le des más información de la cuenta.

Cuando estés con ellos puedes recordarte mentalmente estas frases para no caer en la tentación:

«A quien quiera saber poco y al revés»

«Me guardaras un secreto. No, mejor me lo guardo yo»

4. Tu intimidad es un tesoro

Para saber con quien puedes compartir (que no entregar) tu intimidad tienes que empezar a valorar la intimidad como un tesoro.

Si alguien tuviera que cuidar un tesoro que te pertenece ¿ le elegirías a dedo? probablemente no,  seguramente elegirias a una persona que es integra y confiable.

Hay que preservar la intimidad y nunca entregarla a la ligera.

delicadeza
Tu intimidad es frágil y delicada por eso tienes que cuidarla

Hay personas, especialmente las mujeres que somos muy dadas a vomitar nuestro malestar cuando nos ha ocurrido algo que nos desborda emocionalmente -y aunque se lo contemos a una amiga de confianza- rápidamente notaremos que nos sentimos peor porque no hemos tenido un momento inicial de intimidad a solas con nosotras mismas para procesar esa emoción. Sentir tus emociones también es una forma de intimar contigo, de conocerte con mas profundidad porque las emociones te dan información constante de quien eres.

No se trata de que no cuentes nada, pero primero acoge esa emoción y observa si se diluye sin necesidad de tener que contarla rápidamente.

Cuando tienes la suficiente confianza y valentía para no esconderte de ti mismo en tu soledad comenzarás a tener una relación mas cercana, más estrecha, más intima contigo mismo y solo desde ahí podrás confiar e intimar con los demás.

Y tú en que posición te encuentras,

¿valoras tu intimidad …

                                           … o la entregas a la ligera?

¿te cierras como una fortaleza?

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